jueves, 12 de febrero de 2015

Stephen Hawking

¿Quién no ha compartido una estupenda tarde con los colegas charlando sobre mecánica cuántica? ¿Quién no ha desechado el plan de salir con los amigotes un sábado por la noche para pasar una amena velada a la luz de un lámpara con un buen libro sobre controversias espacio-temporales? ¿Quién no ha jugado con su sobrino a resolver el puzzle de la ecuación de Schrödinger para el átomo de hidrógeno? 

Vale. Yo tampoco lo he hecho nunca. Pero en la facultad rocé la mecánica cuántica y reconozco que tenía un encanto misterioso, tan misterioso como complejo. Y resulta que uno de los personajes más influyentes del presente de esta materia, aplicada a la astrofísica, es un oxoniense de nacimiento. 

Se tituló en la Universidad de Oxford en 1962 pero el doctorado lo realizó en Cambridge. En esta ciudad ha ejercido como profesor durante treinta años. No tendría espacio en el blog para nombrar las numerosas medallas, premios y condecoraciones que le han sido otorgadas, pero si destaco que fue galardonado con la Orden del Imperio Británico. Curiosamente, los Beatles también poseen este galardón... debe ser que se lo dan a personas que escriben cosas enrevesadas.

Hablando en serio, la mente de Stephen Hawking es una de las grandes del mundo actual. Es tan grande, que ha podido llegar a lo más alto a nivel científico a pesar de sufrir Esclerosis Lateral Amiotrófica (ELA), una enfermedad que desconecta progresivamente el cerebro del resto del cuerpo. Quizás el gran potencial de su cerebro haya sido la razón por la que ha logrado convivir con la enfermedad tantos años. El pronóstico de vida para un enfermo de ELA es de dos o tres años desde la diagnosis, en casos particulares puede llegar a diez o quince. Hawking fue diagnosticado en 1962, con 21 años de edad. El pasado 8 de enero cumplió 73 años.

Ayer hablando con mi jefa en el restaurante salió el tema de Hawking. Me contó que hace un par de años estuvo cenando allí y me indicó la mesa exacta. Entonces tomé una decisión: desde ese momento esa mesa ya no sería la mesa 5, sino la mesa Stephen Hawking.

Stephen Hawking no requiere ninguna excusa para tener su propia entrada, pero he querido hablar de él por un motivo especial. No es por su reciente cumpleaños ni porque se acabe de estrenar una película biográfica sobre su vida. El motivo es porque mi voluntariado me ha llevado a convivir directamente con esta enfermedad. 

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